El roble común, es un árbol robusto, de porte majestuoso, que puede superar los 40 m de altura. Está clasificado en la Sección Quercus, que son los robles blancos de Europa, Asia y América del Norte. Tienen los estilos cortos; las bellotas maduran en seis meses y tienen un sabor dulce y ligeramente amargo. Las hojas carecen de una mayoría de cerdas en sus lóbulos, que suelen ser redondeados. En el hemisferio norte produce las nuevas hojas por abril o mayo, las bellotas maduran en septiembre y caen en octubre.
HÁBITAT. Se distribuye desde 0 a 1000 m sobre el nivel del mar, en suelos profundos y frescos, principalmente en los desprovistos de cal y algo húmedos. Requiere un clima húmedo, oceánico, donde se acuse poco la sequía estival y es algo resistente al frío. Se asocia o pone en contacto con hayedos o con robledales de Quercus petraea y Quercus pyrenaica, con los que forma híbridos con facilidad.
BENEFICIOS. Tienen un duramen muy resistente, altamente apreciado para muebles, enchapados, suelos, toneles, para construcciones, consolidaciones, etc.; también se emplea como leña. Se presenta en forma de planta seca para infusión (agallas y hojas) y decocción (agallas y raíz), la corteza en polvo o seca para decocción y macerado, en extracto líquido, y las agallas en polvo para aplicar sobre heridas o úlceras. En cualquiera de estas formas, el roble destaca como astringente, antihemorrágico y antidiarreico, y se indica en hemorragias externas e internas –digestivas–, hemorragia nasal, metrorragia, menstruación abundante, dismenorrea y hemorroides sangrantes. También es un buen remedio natural para favorecer la eliminación de impurezas de la piel como forúnculos, granos y eccemas, así como para calmar escaldaduras y quemaduras leves del día a día.